Boca perdió el partido que tenía que ganar para prenderse al campeonato. Fue 2-1 contra Atlético Tucumán. El xeneize mereció más pero estuvo plagado de errores que le costaron el partido.

La Bombonera, en esta calurosa noche de febrero, fue testigo de un nuevo partido decisivo donde Boca falló. Resulta difícil comprender cómo hizo el equipo de Alfaro para perder un partido que dominó casi de principio a fin, pero lo explican sus groseros errores en momentos cruciales.
La gente aún se acomodaba en el estadio cuando el conjunto de Tucumán se puso en ventaja. Núñez coronó con el gol la escena de terror de la defensa de Boca, que incluyó desatenciones, malas salidas y una pifia de Buffarini.
Desde allí, Boca debió remar desde atrás. Al principio se le complicó; luego fue encontrando los caminos con un buen Tevez y un incisivo Villa. Reynoso, intermitente, exasperaba con balones regalados y su falta de entrega, pero también contribuía a cierta claridad. El equipo de Alfaro debió empatar el partido, pero careció de eficacia.
El segundo tiempo ya fue con Mauro Zárate en cancha (por Reynoso). Sin dudas, el jugador más desequilibrante de Boca. Entró y nunca le pudieron sacar la pelota. Dinamizó el ataque y encendió a la Bombonera, que empezó a empujar a un equipo que lo necesitaba. Justamente a los empujones llegó el empate: Wanchope la fue arrastrando y entre rebotes marcó la igualdad.
Todo indicaba que el empate era el fin de la resistencia tucumana y que Boca venía a llevarse puesto el partido. Pero, otra vez, la decepción.
Falló Alfaro, también, con los cambios: ingresó Benedetto por Tevez y partió al equipo. Entró Pavón, por Villa, y a pesar de la lógica, perjudicó porque el «7» erró cada pelota que tocó, empezando por un centro atrás que tenía destino de gol con una buena ejecución.
Atlético Tucumán golpeó ante las dudas de Boca. Izquierdoz se dejó presionar, show de rebotes y gol de Barbona.
20 minutos le quedaban a Boca para empatar. No sirvieron para nada. El xeneize ya estaba perdido. Únicamente para descargarse ante el árbitro Delfino, de insoportable protagonismo. Fue un final feo, porque quedó más que claro que este equipo no estaba preparado para ser campeón. Y aunque queden chances matemáticas, es una utopía imaginarlo.
Boca falló una vez más. Que sea la última porque esto ya no se soporta.